El Verdadero Origen de la Humanidad
Esta sección está basada principalmente en los descubrimientos del sabio Zecharia Sitchin sobre la historia de nuestro planeta y el origen y desarrollo de la Humanidad. Sitchin nos dejó un legado invaluable de 15 libros de su serie: "Crónicas de la Tierra", basados en la Biblia, las tablillas de arcilla, los mitos de la antigüedad y los descubrimientos arqueológicos.
Zecharia Sitchin fue un gran arqueólogo y profundo conocedor del hebreo, de las lenguas semíticas y europeas, del Antiguo Testamento y de la Historia y la Arqueología del Oriente Próximo. Fue además uno de los pocos eruditos que entienden el Sumerio. Sitchin estudió en la London School of Economics and Political Science, y se licenció en la Universidad de Londres. Sus obras han sido traducidas a 14 idiomas, publicadas en ediciones de bolsillo y hasta en Braille para invidentes.
La escalera al Cielo
Capítulo 1
En búsqueda del Paraíso
Cuentan las antiguas escrituras que hubo una época en que la
inmortalidad estaba al alcance de la humanidad. Era una edad de
oro, el hombre vivía con su Creador en el Jardín del Edén, cuidaba del pomar y Dios paseaba, gozando la brisa vespertina.
"Yahvé Dios, hizo crecer del suelo toda especie de árboles
hermosos de ver y buenos de comer, y el Árbol de la Vida en
medio del jardín y el Árbol del Conocimiento del Bien y del
Mal. Un río salía del Edén para regar el jardín y de allá se dividía
formando cuatro brazos. El primero se llama Fison (...); el
segundo río se llama Geon (...); el tercer río se llama Tigris (...);
el cuarto río es el Eufrates.”
Adán y Eva tenían permiso para
comer los frutos de todos los árboles, con excepción del fruto del
Árbol del Conocimiento. Cuando desobedecieron a la orden
(tentados por la serpiente), Dios se quedó preocupado con el asunto de la inmortalidad:
Después dijo Yahvé Dios:
Si el hombre ya es como uno de nosotros,
Versado en el bien y en el mal,
Que ahora él no extienda la mano
Y coseche también del Árbol de la Vida,
Y coma y viva para siempre!”
Y Yahvé Dios lo expulsó del Jardín del Edén
Para cultivar el suelo de donde hubo sido quitado.
Él proscribió al hombre y colocó,
Delante del Jardín del Edén,
Los querubines y la llama de la espada flamante,
Para guardar el camino del Árbol de la Vida.
Así, el hombre fue expulsado del lugar donde la vida eterna
esperaba por él. Y, aunque proscrito, jamás cesó de recordar,
ansiar e intentar alcanzar la inmortalidad.
Desde la expulsión del paraíso, los héroes han ido a los confines
de la Tierra en búsqueda de la inmortalidad. A algunos escogidos
les fue dado encontrarla; gente simple afirmó haber llegado a ella por casualidad.
En el transcurrir de los tiempos, la búsqueda del paraíso fue algo
que siempre se decía respecto de cada individuo. Sin embargo,
en los mediados de este milenio esa búsqueda se hizo una
empresa oficial de poderosos reinos.
Según nos llevaron a creer, el Nuevo Mundo fue descubierto
cuando los exploradores buscaban una ruta marítima para la
India en búsqueda de riquezas. Eso es verdad, pero sólo en parte,
pues lo que Fernando e Isabel, los reyes de España, más
deseaban era encontrar la Fuente de la Eterna Juventud, una
fuente de poderes mágicos cuyas aguas rejuvenecían a los viejos
y mantenían a las personas eternamente jóvenes, porque brotaba
de un pozo del paraíso.
Ni bien Colombo y sus hombres desembarcaron en lo que
pensaban eran las islas de la India (las "Indias Occidentales"),
ellos pasaron a combinar la explotación de las nuevas tierras con
la búsqueda de la legendaria fuente cuyas aguas "hacían a los
viejos nuevamente jóvenes". Los españoles interrogaron, bajo
tortura, a los "indios" capturados para que revelaran la
localización secreta de la mítica fuente.
Quién más se destacó en esas investigaciones fue Ponce de León,
soldado profesional y aventurero español que salió de las filas
para terminar como gobernador de parte de la isla de la
Española, que actualmente es Haití, y de Puerto Rico. En 1511él asistió al interrogatorio de algunos indios aprisionados. Al
describir la isla que habitaban, los nativos hablaron de sus perlas
y otras riquezas, y enaltecieron las maravillosas virtudes de sus
aguas. Existe una fuente, contaron, donde un isleño "gravemente
oprimido por la vejez" fue beber. Después de eso "él recuperó su
fuerza varonil y practicaba todos los desempeños viriles,
habiendo nuevamente tomado una esposa y generado hijos".
Oyendo con creciente entusiasmo, Ponce de León, él mismo un
hombre de más de 50 años, se convenció de que los indios
describían la mítica fuente de las aguas rejuvenecedoras. La
observación final de los nativos le pareció la parte más notable
del relato, pues en la corte de España, así como en toda Europa,
abundaban cuadros hechos por los mejores artistas y siempre que
ellos pintaban escenas de amor o alegorías sexuales incluían una
fuente en el escenario. Tal vez el más famoso de esos cuadros sea
El Amor Sagrado y el Amor Profano, de Ticiano. En la pintura,
la fuente insinúa lo máximo en cuestión de amor, las aguas que
hacían posibles "todos los desempeños viriles" a lo largo de la eterna juventud.
El informe de Ponce de León para el rey Fernando aparece en los
registros mantenidos por el historiador oficial de la corte, Pietro
Martire di Anghiera. Como este afirma en su Decade de Orbe
Nuevo (Décadas del Nuevo Mundo), los indios venidos de las
islas Lucaias, o Bahamas, revelaron que "hay una isla donde
existe una fuente perenne de agua corriente de tal excelsa virtud
que ingerida, quien sabe si acompañada de alguna dieta, hace a
los viejos nuevamente jóvenes".
Muchos estudios, como la obra
de Leonardo Olschki, Ponce de León's Fountain of Youth:
History of la Geographical Myth (La Fuente de la Juventud de
Ponce de León: Historia de un Mito Geográfico), establecieron
que la "Fuente de la Juventud era la más popular y característica
expresión de las emociones y expectativas que agitaron a los
conquistadores del Nuevo Mundo". A buen seguro, Fernando,
rey de España, era uno de los que esperaban ansiosamente la
confirmación de la noticia.
Así, cuando llegó la carta de Ponce de León, el rey no perdió
tiempo. Concedió de inmediato al aventurero una patente de
descubrimiento (con fecha de 23 de febrero de 1512),
autorizando la partida de una expedición de la isla de Española
tomando rumbo norte. El Almirantado recibió orden de auxiliar a
Ponce de León y darle las mejores embarcaciones y marineros,
con los cuales tal vez descubriría sin tardanza la isla de
"Beininy" (Bimini). El rey dejó bien explícita una instrucción:
"Después de que hayas alcanzado la isla y que sepas lo que
existe en ella, tú me mandarás un informe".
En marzo de 1513 Ponce de León partió para el norte con la
intención de encontrar la isla de Bimini. La disculpa pública para
la expedición era "buscar oro y otros metales", pero la verdadera
meta era encontrar la Fuente de la Eterna Juventud. Los
marineros inmediatamente desconfiaron de eso cuando vieron
no sólo una isla, sino centenares de ellas, las Bahamas.
Al anclar
en una después de otra, los grupos de desembarque recibieron
instrucciones de que buscaran no oro, sino una fuente rara.
Aguas de riachuelos fueron probadas y bebidas sin efectos
extraordinarios aparentes. El Domingo de Pascua (Pascua de
Flores, en español), fue avistado un largo litoral y Ponce de
León la llamó la "isla" de Florida. A lo largo de la costa y
desembarcando varias veces, él y sus hombres exploraron las
florestas y bebieron el agua de incontables fuentes. Sin embargo,
ninguna de ellas pareció realizar el milagro tan anhelado.
Empero, el fracaso de la misión no consiguió sacudir la
convicción de que existía la tal fuente en el Nuevo Mundo. Ella
sólo necesitaba ser descubierta. Más indios fueron interrogados.
Algunos aparentaban mucho menos edad de la que realmente
afirmaban que tenían; otros repitieron leyendas que confirmaban
la existencia del agua milagrosa. Una de ellas, transcrita en
Creation Myths of Primitive América (Mitos de la Creación de
América Primitiva), de J. Curtin, dice que cuando Olelbis, "aquel
que está sentado en lo alto", estaba para crear la humanidad,
mandó dos emisarios a la Tierra para que construyeran una
escalera que conectaría el Cielo y la Tierra. A medio camino,
deberían instalar un lugar de reposo, donde habría una laguna de
la más pura agua potable. En el tope de la escalera crearían dos
fuentes, una para beberse y otra para baños.
Dijo Olelbis: "Cuando un hombre o una mujer envejezcan,
déjenlo subir a esa cumbre, beber y bañarse. Con eso, su
juventud será restaurada". La convicción de que la fuente existía
en algún lugar de aquellas islas era tan fuerte que en 1514 , un
año después de la malograda expedición de Ponce de León,
Pietro Martire escribió (en su Segunda Década) al papa León X
informando: "
A una distancia de 325 leguas de La Española, dicen, existe una
isla llamada Boyuca, de hecho Ananeo, que, según aquellos que
exploraron su interior, posee urna fuente extraordinaria, cuyas
aguas rejuvenecen a los viejos.
Que Su Santidad no piense que eso esté siendo dicho liviana o
irreflexivamente, pues ese hecho es considerado verdadero en la
corte, y de una manera tan formal, que todos, aún aquellos cuya
sabiduría o fortuna los distinguen de las personas comunes, lo aceptan como verdad."
Ponce de León, sin dejarse desanimar, concluyó, después de
investigaciones adicionales, que debería buscar una fuente
conectada a un río, posiblemente a través de un túnel
subterráneo. Entonces, si la fuente quedaba en una isla
cualquiera, su manantial no sería un río de Florida?
En 1521 la Corona española ordenó que Ponce de León hiciera
urna nueva expedición, esta vez centralizando las búsquedas en
Florida. No existen dudas sobre el verdadero propósito de esa
misión.
Pocas décadas después, el historiador español Antonio de
Herrera & Tordesillas afirmó en su Historia General de Las
Indias (Historia General de las Indias):
"Él (Ponce de León) salió en búsqueda de aquella fuente sagrada,
tan afamada entre los indios, y del río cuyas aguas rejuvenecían a
los viejos". La intención era descubrir la fuente en la isla de
Bimini y el río en Florida, donde, según afirmaban los indios de
Cuba y La Española, "los viejos que en él se bañaban se hacían
jóvenes de nuevo".
En vez de la juventud eterna, Ponce de León encontró la muerte
al ser alcanzado por una flecha de los indios caraibes. Así,
aunque la búsqueda individual por una poción o ungüento que
consiga aplazar el día final tal vez jamás termine, la búsqueda
organizada, bajo comando real, llegó a su fin.
¿Habría la búsqueda sido inútil desde el inicio? ¿Fernando, Isabel,
Ponce de León y todos los que navegaron y murieron buscando
la Fuente de la Juventud serían sólo tontos que creían en cuentos
de hadas primitivos?
No, en el entender de ellos. Las Sagradas Escrituras, creencias
paganas y relatos documentados de grandes viajantes se juntaban
para garantizar que realmente existía un lugar cuya agua (o
néctar de sus frutos) podía conceder la inmortalidad,
manteniendo a las personas eternamente jóvenes.
Antiguos cuentos hablan de un lugar secreto, urna fuente secreta,
un fruto o planta secreta que salvaría a sus descubridores de la
muerte eran comunes en la península Ibérica, como un legado de
los celtas que habitaron la región en un pasado distante. Corrían
historias sobre la diosa Idunn, que vivía junto a un riachuelo
sagrado y guardaba manzanas mágicas en un baúl. Cuando los
dioses envejecían, iban a buscarla para comer las frutas y hacerse
nuevamente jóvenes. De hecho, Idunn significaba "joven de
nuevo" y las manzanas consistían en el "elixir de los dioses".
¿Serían esos cuentos populares un eco de la leyenda de Heracles
(nombre griego de Hércules) y sus doce trabajos? Una
sacerdotisa del dios Apolo, al prever lo que esperaba el héroe, le
garantizó: "Cuando tú los completaras, te harás uno de los
inmortales". El penúltimo trabajo de Héracles sería cosechar y
traer las divinas manzanas de oro de las Hespérides. Estas, las
"Ninfas del Poniente", habitaban las proximidades del monte Atlas, en Mauritania.
Los griegos, y después los romanos, nos legaron muchos cuentos
sobre hombres inmortalizados. Apolo ungió el cuerpo de
Sarpédon y él duró varias generaciones. Afrodita regaló a Faon
con una poción mágica. Al ungirse con ella, Faon se transformó
en un bello joven "que despertó amor en el corazón de todas las
mujeres de Lesbos". El niño Demofonte, ungido con ambrosia
por la diosa Deméter, con certeza habríase hecho inmortal si su madre, ignorando la identidad de la diosa, no lo hubiera quitado de sus manos.
Había también la historia de Tántalo, hecho inmortal al
alimentarse de néctar y ambrosia que hubo robado de la mesa de
los dioses. Cuando él mató a su propio hijo para servir su carne a
los dioses, estos lo castigaron proscribiéndolo para una tierra
donde abundaban el agua y los frutos, pero que permanecían
eternamente fuera de su alcance. (El dios Hermes resucitó al
joven asesinado.) Ya Odioseo (nombre griego de Ulises), a quién
la ninfa Calipso ofreció la inmortalidad si él aceptara quedarse
en su compañía para siempre, prefirió arriesgarse y volver hacia el hogar y la esposa.
Y la historia de Glauco, un simple pescador que se transformó en
un dios del mar? Un día él observó que un pez que hubo
pescado, al entrar en contacto con una determinada hierba,
volvió a la vida y saltó hacia el agua. Comiendo la hierba,
Glauco buceó atrás de él y, en consecuencia, los dioses Océano y
Tétis lo admitieron en su círculo y lo transformaron en una
deidad.
El año en que Colón zarpó de España, 1492, fue también el año
en que terminó la ocupación musulmana de la península Ibérica,
con la rendición de los moros en Granada. A lo largo de los casi
ocho siglos de contienda árabe-cristiana en la región, hubo una
inmensa interacción de las dos culturas. Las historias del Corán,
el libro sagrado de los musulmanes, que también hablaban sobre
el pez y la fuente de la vida, eran conocidas tanto por moros
como por católicos. El hecho de que el cuento en cuestión sea
casi idéntico al de la leyenda griega de Glauco, el pescador, era
tomado como una confirmación de su autenticidad. Él también
fue uno de los motivos para la búsqueda de la legendaria fuente
de la India, la tierra que Colón partió para alcanzar e imaginó haber encontrado.
La parte del Corán que contiene la historia del pez es la 18ª sura,
que habla de los viajes de Moisés, el héroe bíblico del Éxodo de
Egipto, explorando varios misterios. Como parte de los
preparativos para cumplir su destino como mensajero de Dios, él
tendría que recibir el conocimiento de que aún carecía, de un
misterioso "siervo de Dios". Acompañado de sólo un criado,
Moisés debería buscar ese enigmático maestro con la ayuda de
una única pista: llevaría consigo un pez seco y, en el lugar donde
el pez saltaría y desaparecería, encontraría al "siervo de Dios".
Después de mucha caminata infructífera, el criado sugirió que
desistieran de la búsqueda. Moisés, sin embargo, insistió,
diciendo que no pararía hasta alcanzar "la unión de los dos ríos".
Y fue allá, sin que los viajantes notaran, que el milagro
aconteció:
Pero, cuando ellos llegaron a la unión,
Se olvidaron del pez,
Que buceó en el río,
Como si entrara en un túnel.
Después de mucho caminar, Moisés dijo al criado: "Coja nuestra
comida matinal", pero el hombre respondió que el pez había desaparecido:
Cuando llegamos a la piedra,
No viste lo que aconteció?
De hecho me olvidé del pez.
Satã me hizo olvidar de contaros.
Él buceó en el río de una forma maravillosa.
Y Moisés dijo:
"Era eso lo que buscábamos".
La historia del Corán sobre el pez seco que resucitó y
volvió hacia el mar a través de un túnel, iba adelante del cuento
griego similar porque hablaba no de un modesto pescador, sino
del venerable Moisés. Ella tampoco presentaba el incidente
como un descubrimiento casual, sino como una ocurrencia
prevista por el Señor, que conocía exactamente la localización
del agua de la vida, que podría ser identificada por la
resurrección del pez.
Como católicos devotos, el rey y la reina de España deben haber
aceptado literalmente la visión descrita en el Apocalipsis: "Me
mostró después un río de Agua de la Vida, brillante como cristal,
que salía del trono de Dios (...) En medio de la plaza, de un lado
y del otro del río, hay árboles de la vida que fructifican doce
veces (...)"
A buen seguro creyeron en las promesas del libro: "A quien tiene
sed daré la fuente de agua viva" y "le concederé comer del Árbol
de la Vida que está en el paraíso de Dios". Además de eso, a
buen seguro, estaban al corriente de las palabras del salmista
bíblico:
Tú les das de beber de tu río de la eternidad;
Pues contigo está la fuente de la vida.
Por lo tanto, era indudable la existencia de la fuente de la vida y
del río de la eternidad, pues era lo que atestiguaban las Sagradas
Escrituras. El único problema era donde y como encontrarlos.
La 18ª sura del Corán ofrece algunas pistas importantes. Ella
relata las tres paradojas de la vida presentadas a Moisés después
de que él localizó al siervo de Dios. Enseguida, el mismo tramo
del Corán pasa a describir tres episodios: una visita a una tierra
donde el sol se pone, después hacia una tierra donde el sol se
levanta, o sea, el este, y finalmente para una más distante, donde
el mítico pueblo de Gog y Magog (los contendores bíblicos del
fin de los tiempos) venía causando incontables daños a la Tierra.
Para acabar con el desorden, el héroe del cuento, aquí llamado
de Du-al'Karnain (Poseedor de Dos Cuernos), cerró un pasaje
entre dos arduas montañas con bloques de hierro y enseguida
derramó sobre ellos plomo derretido, construyendo una barrera
tan impresionante que hasta los poderosos Gog y Magog no
fueron capaces de escalarla. Así separados, los dos ya no pudieron causar perjuicios a la Tierra.
La palabra Karnain, en árabe o hebraico, significa tanto "dobles
cuernos" como" dobles rayos". Los tres episodios adicionales,
que vienen inmediatamente después de los Misterios de Moisés,
parecen, debido al uso del término, mantener como personaje
principal el héroe bíblico, que bien podría haber recibido el
apodo de Du-al'Karnain porque su rostro "tenía rayos" (irradiaba) después de que él descendió del monte Sinaí, donde se hubo encontrado cara a cara con Dios.
Los cristianos medievales, sin
embargo, atribuían la alcunha y el viaje a las tres tierras que
Alexander el Grande, rey de la Macedonia, que en el siglo IV
a.C. hubo conquistado la mayor parte del mundo conocido en la
época, alcanzando hasta la India.
Esa creencia popular, intercambiando a Moisés y Alexander,
tenía origen en las tradiciones relacionadas con las conquistas y
aventuras del rey de la Macedonia, que incluían no sólo el hecho
en la tierra de Gog y Magog como también un episodio sobre un pez seco que hubo vuelto a la vida cuando Alexander y su criado encontraron la fuente de la vida!
60. Vea, dijo Moisés
A su criado,
No desistiré hasta alcanzar la unión de los dos Mares
O
(hasta) pasar
Años y años en viaje.
61. Pero, cuando ellos llegaron aA la unión,
Se olvidaron de su pez,
Que tomó su rumbo a través del mar,
(Directo) como si en un túnel.
62. Cuando habían proseguido (alguna distancia),
Moisés dijo a su criado:
Tráiganos nuestra comida matinal;
Con certeza sufrimos mucha fatiga
En esta (etapa de) nuestro viaje.
63. Él respondió:
Viste
(lo que aconteció) cuando Llegamos a la piedra?
Realmente me olvidé del pez;
Nadie sino
Satã me hizo olvidar de contarte;
Él tomó su rumbo a través del mar de una manera maravillosa!
64. Moisés dijo:
Era eso que buscábamos.
Así ellos volvieron en sus pasos,
Siguiendo (el camino porelo cual tenían viniendo).
Los relatos acerca de Alexander que corrían por toda Europa y
Oriente Medio en la época medieval se basaban en los supuestos
textos de un historiador griego llamado Calístenes, sobrino de
Aristóteles. Designado por el rey para registrar sus hechos,
triunfos y aventuras en la expedición asiática, murió en la prisión
por haber criticado al soberano por adoptar costumbres
orientales; sus escritos desaparecieron misteriosamente. Siglos
después, comenzó la circular en Europa un texto en latín que
sería una traducción de las crónicas originales de Calístenes. Los
eruditos denominaron esos textos como "pseudos-Calístenes" .
Por muchos siglos se creyó que las muchas versiones de las
hazañas de Alexander circulando por Europa y Oriente Medio se
originaban de esos pseudo-Calístenes en latín. Sin embargo, se
descubrió más tarde que existían textos similares en muchos
otros idiomas, inclusive hebraico, persa, siríaco, armenio y
etíope, así como por lo menos tres versiones en griego. Esos
varios textos, algunos con origen en Alejandría del siglo II a.C.,
divergen en algunos puntos. Pero sus impresionantes
similaridades indican claramente una fuente común, tal vez
incluso las crónicas de Calístenes o, como muchas veces se
afirma, copias de las cartas de Alexander para su madre,
Olimpia, y para su maestro, Aristóteles.
Las extraordinarias aventuras en que estamos interesados
comenzaron después que Alexander terminó la conquista de
Egipto. Los textos no esclarecen qué dirección tomó el rey, ni
hay certeza de que los episodios siguen un orden cronológico o
geográfico. Sin embargo, uno de los primeros cuentos puede
explicar la confusión popular entre Alexander y Moisés.
Aparentemente el rey de Macedonia intentó salir de Egipto como
el héroe bíblico, separando las aguas del mar Rojo y haciendo
que sus seguidores lo atravesaran a pie.
Al alcanzar el mar, Alexander decidió dividir las aguas
construyendo en medio de él una muralla de hierro y plomo
derretida y sus albañiles "continuaron derramando plomo y otros
materiales derretidos en el agua hasta que la estructura llegó por
encima de la superficie". Enseguida, el rey hizo que sus hombres
erigieran sobre la muralla una torre y un pilar, donde mandó
esculpir su propia figura, ostentando dos cuernos en la cabeza.
Entonces escribió en el monumento: "Que aquel que llegase a
este lugar y navegase sobre el mar sepa que yo lo cerré".
Habiendo así contenido las aguas, Alexander y sus hombres
comenzaron a atravesar el mar a pie. Pero, como medida de
precaución, enviaron al frente algunos prisioneros. Cuando estos
alcanzaron la torre en medio del mar, "las ondas se derramaron
sobre ellos, el mar los engulló y todos perecieron (...) Cuando el
emperador vio lo acontecido, sintió un poderoso miedo del mar"
y desistió de la tentativa de imitar Moisés.
Aún así, aún ansioso por descubrir "las tinieblas" en el otro lado
del mar, Alexander hizo varios desvíos, durante los cuales, según
los textos, visitó las fuentes de los ríos Eufrates y Tigris, y allá
estudió "los secretos del cielo, de las estrellas y de los planetas".
Dejando sus tropas atrás, Alexander volvió hacia el País de las
Tinieblas, alcanzando una montaña en el margen del desierto
llamada Mushas.
Después de varios días de viaje, avistó un "camino recto, sin muros, donde no había ni altos ni bajos". En
ese punto el rey dejó a sus pocos y fieles compañeros y prosiguió
solo. Después de una caminata de doce días y doce noches,
"percibió el esplendor de un ángel". Sin embargo, al
aproximarse, vio que el ángel era una "hoguera flamante".
Alexander entonces se convenció de que había llegado a la
"montaña de la cual todo el mundo es cercado.”
El ángel se quedó tan sorprendido como Alexander. "Quién eres
tú y por qué estás aquí; oh, mortal?", preguntó, imaginando
como aquel hombre había conseguido "penetrar en esta
oscuridad, donde ningún otro fue capaz de entrar." Alexander
respondió que el propio Dios lo había guiado y le había dado
fuerzas para "llegar a este lugar, que es el paraíso".
A esa altura, para convencer al lector de que el paraíso, y no el
infierno, era accesible por medio de pasajes subterráneos, el
autor del antiguo texto relataba un largo diálogo entre Alexander
y el ángel sobre temas relacionados con Dios y el hombre.
Terminada la conversación, el ángel mandó a Alexander volver
junto de sus amigos, pero el rey insistió en tener respuestas para
los misterios del Cielo y de la Tierra, Dios y el hombre. Al final,
dijo que sólo partiría se recibiera algo que ningún otro hombre
hubiera obtenido antes. Concordando, el ángel dijo: "Yo te
contaré algo que hará que tú vivas y no mueras". "Prosiga",
habló Alexander. Y el ángel explicó:
En el país de Arabia,
Dios colocó el negrume de la oscuridad total, donde está
escondido el tesoro de ese conocimiento.
Allá también se queda la fuente que es la llamada de "Agua de
la Vida".
Aquel que beber de ella, aunque sea unaúnica gota, jamás morirá.
El ángel atribuyó otros poderes mágicos a esa Agua de la Vida,
tal como conceder a un hombre el don de volar por el cielo,
como los ángeles. No necesitando de mayores incentivos,
Alexander indagó, ansioso: "En que región de la Tierra está
situada esa fuente?" La enigmática respuesta del ángel fue:
"Pregunta a los hombres de allá que son herederos del
conocimiento".
Dicho eso, dio a Alexander un rizo de uvas para que con ellas
alimentara a sus tropas.
Volviendo junto a sus compañeros, Alexander les contó la
aventura y dio a cada uno una uva. Pero, "a medida que
arrancaba una, otra crecía en su lugar". Así, un único rizo sirvió
para alimentar a todos los soldados y sus monturas.
El joven soberano entonces comenzó a indagar sobre los sabios
que podría encontrar. Preguntaba a cada uno que le indicaban:
"¿Ya está en los libros que Dios tiene un lugar de tinieblas donde
está oculto el conocimiento y que allá se queda la fuente de la
vida?" Las versiones griegas dicen que Alexander fue hasta los
Confines de la Tierra para encontrar al sabio. Y los etíopes
sugieren que el sabio estaba allí mismo, entre su tropa. Se
llamaba Matun y conocía las antiguas escrituras. El lugar, dijo el
sabio, "yace muy cerca del sol cuando él se levanta del lado
derecho”.
Aún poco informado después de tantos enigmas, Alexander se
colocó en las manos de su guía. Nuevamente fueron para un
lugar de tinieblas. Después de mucho caminar, el rey se cansó y
mandó a Matun proseguir solo para encontrar la trilla correcta.
Para ayudarlo a entrever en la oscuridad, le dio una piedra que le
había llegado a las manos en circunstancias milagrosas, como un
presente de un antiguo rey que ahora vivía entre los dioses. Era
una piedra que Adán hubo traído del paraíso, más pesada que cualquiera otra sustancia de la Tierra.
Matun, a pesar de todos los cuidados, acabó perdiéndose.
Entonces, sacó la piedra mágica del bolsillo y la colocó en el
suelo. Así que ella tocó el suelo, comenzó a emitir luz y Matun
pudo ver un pozo. Él aún no tenía conciencia de que había
llegado a la fuente de la vida. La versión etíope describe lo que
siguió: "Ora, el hombre tenía consigo un pez seco y, estando muy
hambriento, fue hasta el agua para lavarlo y prepararlo para
cocinar...
Pero, así que el pez tocó en el agua, salió nadando."
Cuando Matun vio eso, se desnudó y entró en el agua atrás del
pez, encontrándolo vivo. "Percibiendo que aquel era el "pozo del
Agua de la Vida", se bañó y bebió. Al salir del pozo, ya no sentía
hambre ni preocupaciones mundanas, pues se había tomado el
El-Khidr, "el siempre verde", aquel que sería eternamente joven.
Al volver hacia el campamento, Matun no contó nada sobre su
descubrimiento a Alexander (a quién la versión etíope llama de
"Aquel de Dos Cuernos"). Inmediatamente enseguida el rey
retomó la búsqueda, tanteando en la oscuridad a la busca de la
trilla correcta. De pronto avistó la piedra abandonada por Matun
"brillando en las tinieblas y ella ahora tenía dos ojos, que
lanzaban rayos de luz". Percibiendo que había encontrado el
camino, Alexander avanzó corriendo, pero fue contenido por una
voz que lo censuró por sus siempre crecientes ambiciones y
profetizó que en vez de encontrar la vida eterna él
inmediatamente moriría. Aterrado, Alexander volvió junto a sus
compañeros, desistiendo de la búsqueda.
Según algunas versiones, fue un pájaro con formas humanas el
que habló con Alexander y lo hizo retornar cuando "él llegó a un
lugar incrustado de zafiros, esmeraldas y jacintos". En la
supuesta carta del rey su madre, fueron dos hombres-pájaros que
lo impidieron de proseguir.
En la versión griega del pseudo-Calístenes, fue André, el
cocinero de Alexander, que cogió el pez seco para lavarlo en una
fuente "cuyas aguas relampagueaban". Cuando el pez tocó el
agua, revivió y escapó de las manos del cocinero. Percibiendo lo
que había encontrado, el hombre bebió el agua y después guardó
un poco en un tazón de plata, pero no contó a nadie sobre su descubrimiento.
Cuando Alexander (que en esta versión estaba
acompañado de 360 hombres), prosiguiendo su búsqueda, llegó a
un lugar que brillaba, aunque allá no se viera el Sol, ni la Luna y
las estrellas, encontró el camino bloqueado por dos pájaros con
formas humanas."
Vuelve", ordenó uno de ellos, "porque el lugar en que estás
pisando pertenece solamente Dios. Vuelve, maldito, pues en la
Tierra de los Bendecidos tú no puedes poner los pies!"
Estremecido de miedo, Alexander y sus hombres regresaron, pero, antes de dejar el lugar, cogieron algo de tierra y piedras en el suelo como recuerdo.
Después de varios días de marcha
salieron del país de la noche eterna y, cuando llegaron a la luz,
vieron que el "el suelo y las piedras" que habían recogido eran en
realidad perlas, piedras preciosas y pepitas de oro.
Sólo entonces el cocinero contó Alexander sobre el pez que
había resucitado, pero guardó secreto sobre haber bebido y
guardado el agua. El rey se puso furioso, agredió al hombre y lo
expulsó del campamento. El cocinero, sin embargo, se negó a
partir solo, pues se había enamorado de una hija de Alexander.
Así, le reveló el secreto a ella y la hizo beber el agua. Cuando
Alexander descubrió lo acontecido, también proscribió a la
joven: "Tú te transformaste en un ser divino, pues te hiciste
inmortal. Por lo tanto, ya no puedes vivir entre los hombres.
Vayan hacia la Tierra de los Bendecidos". En cuanto al cocinero,
el rey lo tiró al mar con una piedra presa en el cuello. Pero, en
vez de ahogarse, el cocinero se transformó en Andrêntico, el
demonio del mar."
Y así , somos informados, "termina el cuento del cocinero y la doncella.”
Para los eruditos consejeros de los reyes y reinas medievales, la
simple existencia de incontables versiones sobre la misma
historia servía para confirmar tanto la antigüedad como la
autenticidad de la leyenda de Alexander y de la fuente de la vida.
Pero donde, donde estaban esas aguas mágicas?
¿Después de la frontera de Egipto, en la península del Sinaí, la
tierra de las actividades de Moisés? ¿O cerca de la región donde
nacen el Tigris y el Eufrates, en algún lugar al norte de la Siria?
¿Habría Alexander ido a los Confines de la Tierra (la India) para
buscar la fuente o sólo se había lanzado en su búsqueda después
de volver de allá?
Mientras los estudiosos medievales se esforzaban por descifrar
los enigmas, nuevas obras sobre el tema, con base en fuentes
cristianas, comenzaron a formar un consenso en favor de la
India. Un texto en latín llamado Alexander Magni Inter ad
Paradisum, una homilía de Alexander escrita en siríaco por el
obispo Jacó de Sarug, y la Recension of Josippon, en armenio (todos con el relato sobre el túnel, los hombres-pájaros y la piedra
mágica) situaban el País de las Tinieblas o Montaña de las
Tinieblas en los Confines de la Tierra. Allá, decían algunos de
esos escritos, Alexander navegó por el río Ganges, que no era
otro sino el río Fison, del paraíso. Allí aún en la India (o en una
isla de su litoral), el rey había alcanzado los portones del paraíso.
Mientras esas conclusiones tomaban forma en Europa en la Edad
Media, una nueva luz fue lanzada sobre el asunto, venida de una
fuente totalmente inesperada. En 1145, el obispo alemán Otto de
Freising registró en su Chronicon un relato sobre una
impresionante epístola. El papa, contó, había recibido una carta
de un gobernante cristiano de la India, cuya existencia era
completamente desconocida. Ese rey afirmaba que el río del
paraíso quedaba localizado en sus dominios.
El obispo Otto daba el nombre del obispo Hugo de Gebal (una
ciudad de la costa mediterránea de la Siria) cómo habiendo sido
el intermediario que había llevado la carta al papa. El autor de la
epístola, según se decía, se llamaba Juan, el viejo, o, por ser un
sacerdote de la Iglesia Católica, Preste Juan. Él afirmaba ser
descendiente directo de uno de los magos que habían visitado a
Cristo en su nacimiento. Preste Juan había derrotado a los reyes
musulmanes de la Persia y había establecido un floreciente reino
cristiano en la región de los Confines de la Tierra.
Actualmente algunos estudiosos piensan que todo ese caso fue
forjado con objetivos propagandísticos. Otros creen que los
informes que llegaron al papa eran distorsiones de eventos que
realmente estaban aconteciendo.
Cincuenta años antes el mundo cristiano había lanzado la
Primera Cruzada contra el dominio musulmán en el Oriente
Medio (inclusive la Tierra Santa) y hacía poco, en 1.144, había
sufrido una derrota machacadora en la ciudad de Edessa.
Mientras tanto, en los Confines de la Tierra, los gobernantes
mongoles habían comenzado a sacudir los portones del imperio
musulmán y habían derrotado el sultán Sanjar en 1.141. Cuando
la noticia llegó a las ciudades costeras del Mediterráneo, fue
enviada al papa bajo el ropaje de un rey cristiano levantándose para derrotar a los infieles por la retaguardia.
Si la búsqueda de la Fuente de la Juventud no estaba entre los
motivos para la Primera Cruzada (1.095), aparentemente
formaba parte de las subsecuentes, pues inmediatamente que el
obispo Otto registró la existencia del Preste Juan y del río del
paraíso en sus dominios, el papa emitió una proclama formal
para el reinicio de las cruzadas. Dos años después, en 1.147, el
emperador Conrado de Alemania, acompañado de muchos otros
nobles y gobernantes, partió para la Segunda Cruzada.
Mientras la suerte de los cruzados alternadamente brillaba y se
desvanecía, Europa fue de nuevo barrida por noticias de Preste
Juan y sus promesas de auxilio. Según los cronistas de la época,
en 1.165 él envió una carta al emperador de Bizancio, al
emperador romano y a reyes menores, donde declaraba su nítida
intención de ir a Tierra Santa con sus ejércitos. Más una vez él
describía su reino en términos entusiastas, como convenía a un
lugar donde estaba situado no sólo el río del paraíso, sino
también los portones del paraíso.
La ayuda prometida jamás llegó. El camino de Europa para la
India no fue abierto. Alrededor del final del siglo XIII, las
cruzadas habían dejado de existir, terminando en una derrota
final en las manos de los musulmanes.
Sin embargo, aún mientras las cruzadas avanzaban y reculaban,
la creencia fervorosa en la existencia de las aguas del paraíso en
la India continuaba creciendo y diseminándose.
Antes del final del siglo XII, una nueva y popular versión de las
hazañas de Alexander, el Grande, comenzó a esparcirse en los
campamentos y plazas de las ciudades. Llamada como Romance
de Alexander, era (como se sabe actualmente) obra de dos
franceses que basaron ese poético y entusiasmado relato en la
versión latina del pseudos-Calístenes y otras "biografías" del rey
de la Macedonia disponibles en la época. Lo que menos
interesaba a los caballeros, soldados y ciudadanos que
frecuentaban las tabernas era la autoría del texto. Lo importante
era que él creaba, en un lenguaje que conseguían entender,
imágenes vivas de las aventuras de Alexander en tierras extrañas.
Entre ellas estaba el cuento de las tres fuentes maravillosas. Una
rejuvenecía a los viejos, la segunda garantizaba la inmortalidad y
la tercera resucitaba los muertos. Las tres, explicaba el Romance,
quedaban situadas en países diferentes, ya que procedían del
Tigris y Eufrates, en Asia oriental, del Nilo, en Egipto, y del
Ganges, en la India. Eran esos los cuatro ríos del paraíso. Y, a
pesar de que ellos corran en diferentes regiones, todos provenían
de una única fuente: el Jardín del Edén, exactamente como decía la Biblia.
El Romance afirmaba que Alexander y sus hombres habían
encontrado la fuente del rejuvenecimiento y afirmabaa que 56
compañeros ancianos del rey "recuperaron el cutis de los 30
(años) después de que bebieran de la Fuente de la Juventud". A
medida que se diseminaban las traducciones del Romance, ese
evento era descrito cada vez con mayores detalles. No sólo la
apariencia, sino también la fuerza y virilidad de los viejos
soldados habían sido restauradas.
Pero, ¿cómo llegar a la fuente, si la ruta para la India estaba
bloqueada por los musulmanes paganos?
De tiempo en tiempo, los papas buscaban comunicarse con el
enigmático Preste Juan, "El ilustre y magnífico rey de las Indias
e hijo amado de Cristo". En 1.245, Inocencio IV despachó a fray
Giovanni de la Pian del Carpini, vía Rusia meridional, con
órdenes de entrar en contacto con el rey mongol, el khan,
creyendo que los mongoles eran nestorianos (un ramo de la
iglesia ortodoxa) y el khan el propio Preste Juan. En 1.254, el
rey-padre Haithon, de Armenia, viajó incógnito por el este de
Turquía hasta alcanzar el campamento de un jefe mongol en el
sur de Rusia. Los registros de ese viaje lleno de aventuras decían
que la ruta lo había llevado la un pasaje angosto a los márgenes
del mar Caspio, llamada de Los Portones de Hierro. La
especulación de que ese camino era muy parecido con el
recorrido por Alexander, el Grande (que había derramado hierro
derretido para cerrar un desfiladero), sirvió para alimentar la idea
de que los portones del paraíso, en los Confines de la Tierra,
podían ser alcanzados.
A los emisarios de papas y reyes, que buscaban el reino de Preste
Juan, inmediatamente se juntaron comerciantes aventureros,
como Nicolo y Matteo (Maffeo) Polo, y posteriormente el hijo
del primero, Marco Polo (1.260-1.295) y caballeros como el
alemán Guilherme de Bondensele (1.336).
Mientras esos relatos atraían el interés de la Iglesia y de las
cortes europeas, una vez más, una obra de literatura popular
pudo despertar el entusiasmo de las masas. Su autor se
presentaba cómo: "Yo, John Maundeville, Caballero, nacido en
la ciudad de St. Albans, en Inglaterra, que me hice a la mar el
año de Nuestro Señor Jesús de 1.322". Escribiendo al regresar de
sus viajes 34 años después, Sir John explicaba que "me dirigí
para la Tierra Santa y Jerusalén, y también para la tierra del
Grande Khan y del Preste Juan, para la India y diversos otros
países, así como para las muchas y extrañas maravillas que allá
existen".
En el Capítulo 27 del libro The Voyages and Travels of Sir John
Maundeville, Knight (Las Navegaciones y Viajes de Sir John
Maundeville, Caballero), está escrito:
Ese emperador, Preste Juan, posee un territorio muy extenso y
tiene muchas buenas y nobles ciudades en sus dominios, y
muchas grandes islas, pues todo el país de la India es dividido
en islas a causa de las grandes inundaciones que vienen del
paraíso... Y esa tierra es muy buena y rica... En las tierras del
Preste Juan existen cosas muy varias y muchas piedras
preciosas, tan enormes que los hombres con ellas hacen
traviesas, platos, tazas etc...
Enseguida, sir John describe el río del paraíso:
En ese país el mar es llamado de mar de Gravelly... a tres días
de distancia de él quedan grandes montañas, de las cuales
procede un gran río que viene del paraíso, y él es de piedras
preciosas, sin ninguna gota de agua. Él corre por el desierto y
va a formar el mar de Gravelly cuando alcanza su punto final.
Más además del río del paraíso, había una gran isla, larga y
angosta, llamada Milsterak, que era un paraíso en la Tierra. Allá
quedaba "el más bello jardín que se puede imaginar; dentro de él
hay árboles dando todos los tipos de frutos, toda especie de
hierbas virtuosas y perfumadas".Ese paraíso, afirma sir John,
poseía maravillosos pabellones y cámaras, obras de un hombre
rico y demoníaco, cuyo propósito era ofrecer "los más variados
placeres sexuales".
Después de azuzar la imaginación (y codicia) de sus lectores con
relatos sobre piedras preciosas y otras riquezas, el autor pasa a
juguetear con sus antojos sexuales. El lugar, escribe, estaba
repleto "de las más graciosas doncellas menores de 15 años que
se puede encontrar y jóvenes de esa misma edad, todos
ricamente vestidos con ropas bordadas a oro. El hombre me dijo
que ellos eran ángeles". Y ese hombre demoníaco...Él también mandó construir tres bellos y nobles pozos, cercados
de piedras de jaspe y cristal, labrados con oro e incrustados de
piedras preciosas y grandes perlas del Oriente. Hizo instalar un
caño bajo la tierra, de modo que los tres pozos, a su antojo,
pueden verter uno de ellos leche, el otro vino y el otro, aún, miel.
Ese lugar él llamó de paraíso.
Ese propietario emprendedor atraía para su isla "buenos
caballeros, robustos y nobles" y, después de hospedarlos, los
persuadía a matar los enemigos de su reino, diciéndoles que no
deberían temer la muerte pues, si perecieran, serían resucitados y
rejuvenecidos.
Después de la muerte ellos volverían a ese paraíso, pasarían a
tener la edad de las doncellas y podrían juguetear con ellas.
Posteriormente serían mandados hacia un paraíso aún más
bello, donde verían al dios de la naturaleza cara a cara, en toda
su majestad y bienaventuranza.
Sin embargo, explica John Maundeville, ese aún no era el
verdadero paraíso de la Biblia. En el Capítulo 30, él afirma que
este quedaba mucho más allá de las tierras que Alexander, el
Grande, había recorrido. La ruta para alcanzarlo seguía rumbo
este, en la dirección de dos islas ricas en minas de oro y plata,
"donde el mar Rojo se separa del océano".
Y además de esas islas y tierras, y de los desiertos del reino del
Preste Juan, yendo directo para el este, los hombres no
encuentran nada sino montañas y grandes rocas; y allá queda
la región de las tinieblas, donde nadie consigue entrever, ni de
día ni de noche... Y ese desierto y ese lugar de oscuridad van de
la costa hasta el paraíso terrestre donde Adán, nuestro primer
padre, y Eva fueron colocados.
Era de allí que fluían las aguas del paraíso:
Y al punto más alto del paraíso, exactamente en medio de él, hay
un pozo del cual salen cuatro ríos que atraviesan diversas
regiones, de los cuales uno es el Fison o Emtak, o Ganges, que
corre a través de la India y posee muchas piedras preciosas,
mucho alume y mucha arena de oro.
Y el otro río es el llamado Nilo, o Geon, que corre por Etiopía y
después por Egipto.
Y el otro es llamado Tigris, y corre por la Asiria y por Armenia,
la Grande. Y el otro es llamado Eufrates y corre por la Media, Armenia y Persia..
Confesando que él aún no alcanzó el Jardín del Edén bíblico, sir
John Maundeville esclarece: "Ningún mortal puede aproximarse
a ese lugar sin una gracia especial de Dios; por eso, de ese lugar
no puedo hablar más".
A pesar de esa confesión, las muchas versiones en muchas
lenguas que derivaron del original inglés garantizaban que el
caballero afirmó: "Yo, John Maundeville, vi la fuente y, por tres
veces, junto con mi compañero, bebí de sus aguas y desde
entonces me siento muy bien!”
El hecho de que el autor, en la versión inglesa, se quejara de que
andaba con gota reumática y aproximándose del fin de sus días no hizo diferencia para los que se encantaron con sus relatos maravillosos.
Actualmente los estudiosos de la época creen que "sir John
Maundeville, Caballero" puede haber sido un médico francés que
jamás viajó, pero supo juntar con gran habilidad los relatos de aventureros que no dudaron en arriesgarse, enfrentando los peligros e incomodidades de viajes hacia lugares tan distantes.
Escribiendo sobre las visiones que motivaron la explotación que
llevó al descubrimiento de América, Angel Rosenblat (La
Primera Visión de América y Otros Estudios) resumió: "La creencia en un
paraíso terrestre estaba asociada a un antojo de naturaleza
mesiánica: encontrar la Fuente de la Eterna Juventud. Toda la
Edad Media soñó con ella. En las nuevas imágenes del paraíso
perdido, el Árbol de la Vida se había transformado en la fuente
de la vida y después en un río o Fuente de la Juventud". La
motivación era la certeza de que "la Fuente de la Juventud
quedaba en la India... una fuente que curaba todos los males y
garantizaba la inmortalidad. El fantástico John Maundeville la
hubo encontrado en su viaje a la India... en el reino cristiano del
Preste Juan". Llegar a la India y a las aguas que procedían del
paraíso se hizo un "símbolo del antojo humano por placer,
juventud y felicidad".
Con las rutas terrestres cerradas por los musulmanes, los reyes
cristianos de Europa comenzaron a buscar una ruta marítima
para la India. En los meados del siglo XV, el reino de Portugal,
bajo Henrique, el Navegador, se destacó como la principal
potencia en la carrera para alcanzar el Oriente navegando en
torno a África.
En 1445, el navegador portugués Dinis Días llegó
a la foz del río Senegal y, atento al propósito del viaje, escribió:
"Dicen que él viene del Nilo, siendo uno de los más gloriosos
ríos de la Tierra, pues procede del Jardín del Edén y del paraíso
terrestre". Otros exploradores lo siguieron, avanzando cada vez
más en la dirección del cabo al sur del Continente Negro.
Finalmente, en 1499, Vasco de la Gama y su flota dieron la
vuelta en torno a África y alcanzaron la meta tan deseada: la
India.
Sin embargo, los portugueses, que habían comenzado la Era del
Descubrimiento, no consiguieron vencer la carrera. Estudiando
diligentemente los mapas antiguos y todos los relatos de los que
se habían aventurado al Oriente, un navegador italiano, Cristóbal
Colón, concluyó que, partiendo para el oeste, él conseguiría
alcanzar la India por una ruta mucho más corta que la buscada por los portugueses.
En búsqueda de un patrocinador, Colombo
llegó a la corte de Fernando e Isabel trayendo consigo una
versión comentada del libro de Marco Polo (que también llevó
en su primer viaje). Para defender sus ideas, apuntó incluso los
textos de John Maundeville, que un siglo y medio antes había
explicado que, yéndose al Oriente más lejano, se llega al
Occidente" debido a la esfericidad de la Tierra... pues Nuestro
Señor hizo la Tierra redonda".
En enero de 1492 Fernando e Isabel derrotaron los musulmanes
y los expulsaron de la península Ibérica. ¿No sería aquello una
señal divina, indicando que donde los cruzados habían fracasado
España conseguiría éxito? El 3 de agosto del mismo año
Colombo zarpó bajo la bandera española con el objetivo de
encontrar una ruta marítima occidental para la India. El 12 de
octubre, avistó tierra. Hasta su muerte, en 1506, Colombo
continuaba creyendo que descubrió las islas que constituían gran parte del legendario reino del Preste Juan.
Veinte años después, el rey Fernando concedió a Ponce de León
la patente de descubridor, instruyéndolo a encontrar sin tardanza
las aguas rejuvenecedoras.
Los españoles pensaban que estaban imitando a Alexander, el
Grande. Apenas sabían que seguían los pasos de una antigüedad mucho mayor.
- "El presente surge del pasado, el pasado es el futuro".
Zecharia Sitchin
- "Tanto la Biblia Hebrea como el Nuevo Testamento afirman que los secretos del futuro están arraigados en el pasado, que el destino de la Tierra está conectado en los cielos".
Zecharia Sitchin
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