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El Verdadero Origen de la Humanidad

Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Cap 1
Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Cap 1
Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Cap 1

Esta sección está basada principalmente en los descubrimientos del sabio Zecharia Sitchin sobre la historia de nuestro planeta y el origen y desarrollo de la Humanidad. Sitchin nos dejó un legado invaluable de 15 libros de su serie: "Crónicas de la Tierra", basados en la Biblia, las tablillas de arcilla, los mitos de la antigüedad y los descubrimientos arqueológicos.

Zecharia Sitchin fue un gran arqueólogo y profundo conocedor del hebreo, de las lenguas semíticas y europeas, del Antiguo Testamento y de la Historia y la Arqueología del Oriente Próximo. Fue además uno de los pocos eruditos que entienden el Sumerio. Sitchin estudió en la London School of Economics and Political Science, y se licenció en la Universidad de Londres. Sus obras han sido traducidas a 14 idiomas, publicadas en ediciones de bolsillo y hasta en Braille para invidentes.

La escalera al Cielo

Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Cap 1

Capítulo 9
El lugar de aterrizaje

Las ruinas del mayor templo romano de que se tiene noticia no están en Roma, sino en las montañas de Líbano. Ellas incluyen un grandioso templo de Júpiter, el más imponente de la antigüedad dedicado a un único dios. A lo largo de cuatro siglos de dominación romana, muchos gobernantes se esforzaron para glorificar ese remoto y antiguo lugar, y en él erigieron estructuras monumentales. Generales y emperadores lo buscaron en consulta con oráculos, intentando descubrir lo que les reservaba el futuro.

Los legionarios hacían lo posible para quedarse acampados en sus inmediaciones. Los devotos y curiosos iban hasta allá para verlo con sus propios ojos, pues el templo era una de las maravillas del mundo antiguo.

El primer europeo en traer noticias sobre la existencia de esas ruinas fue Martin Baumgarten, que llegó a ellas en enero de 1508, y, de ahí en delante, osados viajantes, arriesgando hasta la vida, fueron pasando más informaciones acerca del lugar.

En 1751, Robert Wood, uno de esos aventureros, y el artista James Dawkins, que lo acompañó en el viaje, restauraron parte de la antigua fama del lugar cuando lo describieron en palabras y esbozos. "Cuando comparamos las ruinas... con las de muchas ciudades que visitamos en Grecia, Egipto y otras partes de Asia, no podemos evitar considerarlas como los restos del más osado proyecto que haya sido intentado en la arquitectura. "De hecho,
en ciertos aspectos, era aún más osado que las grandes pirámides de Egipto. El lugar al cual Robert Wood había llegado era un panorama donde el tope de la montaña, los templos y el cielo se combinaban en un escenario único.

Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Capitulo 9

El lugar está en las montañas de Líbano, donde ellas se separan para formar un valle fértil y plano entre la cadena del "Líbano" al oeste y la cadena del "Anti-Líbano" al este, punto donde dos ríos, conocidos desde la antigüedad, el Litani y el Orontes, comienzan a correr hacia el Mediterráneo.

Los imponentes templos romanos fueron construidos sobre una vasta plataforma horizontal, artificialmente creada a una altitud de 1,200 metros por encima del nivel del mar. El recinto sagrado estaba cercado por una muralla que servía tanto de muro de arrimo para contener la tierra amontonada como para proteger y encubrir el complejo de edificaciones. El área cerrada, en un formato más o menos cuadrado, con lados de cerca de 800 metros, medía más de 465 mil metros cuadrados.

Situado de modo que dominara las montañas, su vuelta y los accesos al valle tanto en el norte como en el sur, el área sagrada tenía el canto noroeste deliberadamente cortado en un ángulo recto, como se nota en la vista aérea contemporánea.

Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Capitulo 9

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Era en ese punto especialmente concebido que quedaba el más grandioso templo ya construido en honor a Júpiter, con algunas de las más altas (20 metros) y mayores (2,30 metros de diámetro) columnas de la antigüedad. Esas columnas soportaban una estructura elaboradamente decorada (la "arquitrave") con 5 metros de altura, sobre la cual quedaba un tejado inclinado, aumentando aún más el pináculo de edificación.

El templo en sí ocupaba sólo la sección más occidental (y más antigua) del santuario constituido de cuatro partes, cuya construcción, se cree, fue iniciada por los romanos que ocuparon la región en 63 a.C.

Arreglados a lo largo de un eje este-oeste ligeramente inclinado, quedaban, primero, una entrada monumental (A), comprendiendo una grandiosa escalera y un pórtico elevado, soportado por doce columnas con nichos para abrigar las estatuas de los doce dioses de Olimpo. Después de pasar por la entrada, los devotos entraban en un patio (B) en forma hexagonal, caso único en la arquitectura romana. Por él se alcanzaba un segundo patio (C), dominado por un altar de proporciones monumentales con cerca de 18 metros de altura, partiendo de una base cuadrada con 23 metros de lado.

Al oeste de ese patio quedaba la casa del dios propiamente dicha (D). De medidas colosales, 91,50 por 53,40 metros, ella se apoyaba en un podio que por su parte se elevaba 5 metros por encima del segundo patio, quedando, por lo tanto, 13 metros por encima del nivel de la plataforma básica. Era debido a esa suma de alturas que las inmensas columnas, arquitraves y tejado formaban en su conjunto un verdadero rascacielos de la antigüedad.

Desde la escalera monumental en la entrada hasta la última pared en la parte oeste del terraplén, el santuario tenía más de 300 metros de largo y con ese fabuloso tamaño parecía hacer pequeño un gran templo en su lado sur (Y), dedicado a una deidad masculina, que algunos afirman haber sido Baco, pero que más probablemente sería Mercurio. Más al sudeste había un pequeño templo redondo (F), donde Venus era venerada.

Una expedición arqueológica alemana que exploró el área y estudió su historia por orden del Kaiser Guillermo II, inmediatamente después de él haber hecho una visita a las ruinas en 1897, consiguió reconstituir la disposición del recinto sagrado, dándonos una visión artística de como aparecería el complejo de templos, escaleras, pórticos, portones, columnas, patios y altares en el tiempo de los romanos.

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Una comparación con la famosa Acrópolis de Atenas nos da una buena idea de la escala de tamaño de esa plataforma libanesa y sus templos. El conjunto griego está situado en una azotea en forma de navío con menos de 300 metros de largo y cerca de 122 metros en su punto más ancho.

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El impresionante Partenón, el templo de Atena, que aún domina el área antes sagrada y toda la llanura de Atenas, tiene cerca de 70 por 30 metros, lo que lo hace menor aún que el templo de Baco/Mercurio de Líbano.

Habiendo visitado las ruinas libanesas, el arqueólogo y arquitecto sir Mortimer Wheeler escribió, hace cerca de veinte años: "Los templos... no devienen nada de su calidad los materiales más modernos como el hormigón. Ellos se apoyan pasivamente sobre las mayores piedras antes vistas en el mundo y algunas de sus columnas son las más altas de la antigüedad... Tenemos aquí el último gran monumento... del mundo helénico".

Sí, Wheeler sólo podría atribuir tanta magnificencia al mundo helénico, pues no existe motivo para que cualquier arqueólogo o historiador crea que los romanos construirían una obra tan colosal en una región remota de una provincia poco importante. Los romanos sólo "adaptaron" un lugar sacramentado por los griegos que los precedieron.

Los dioses romanos a los cuales los templos eran dedicados (Júpiter, Venus y Mercurio) eran los dioses griegos Zeus, su hermana Afrodita y su hijo Hermes (o Dionisio, en el caso de que el templo menor haya sido dedicado a Baco). Los romanos consideraban el lugar y su gran templo como el máximo de comprobación de la supremacía y poder de Júpiter. Llamándolo de Iove (eco del hebraico Jehová), grabaron en el templo y en su principal estatua las iniciales divinas IOMH, de Iove Optimus Maximus Heliopolitanus: El Óptimo y Máximo Júpiter, el Heliopolitano.

Ese título de Júpiter se originaba del hecho de que, aunque el gran templo sea dedicado al Dios Supremo, el lugar en sí era considerado como lugar de reposo de Helio, el dios del Sol, que solía atravesar el firmamento en su coche flamante. Esa creencia fue transmitida a los romanos por los griegos, de los cuales también adoptaron el nombre del lugar: Heliópolis. No se sabe por qué los griegos dieron ese nombre al lugar; algunos historiadores sugieren que fue por elección de Alexander, el Grande.

Sin embargo, la veneración del lugar debía ser aún más antigua y fundamentada, pues incentivó a los romanos a glorificarlo con el mayor de sus monumentos y que allá buscaran oráculos para saber sobre su destino. ¿Cómo, si no así, explicar el hecho de que, "en términos de simples medidas, peso de piedras, dimensión de los bloques y cantidad de entalles, ese recinto no tenía rivales en el mundo greco-romano"? (John M. Cook en The Greeks in Ionia and the East).

En realidad, el lugar y su asociación con ciertos dioses remiten a tiempos muy anteriores. Los arqueólogos creen que por lo menos otros seis templos fueron construidos sobre la plataforma antes de la época de los romanos. Y no queda duda de que cualesquiera que hayan sido los santuarios que los griegos erigieron en el lugar, ellos como los romanos que los siguieron, sólo erigieron edificaciones sobre fundaciones ya existentes, tanto en términos físicos como religiosos.

Zeus (Júpiter para los romanos), debemos recordar que llegó a Creta venido de la Fenicia (el actual Líbano), atravesando el Mediterráneo a nado después de haber raptado a la bella hija del rey del Tiro. Afrodita también llegó a Grecia venida de Asia occidental. Y el inquieto Dionisio, al cual el segundo templo (o algún otro en la región) era dedicado, venido de las mismas tierras de Asia occidental, llevó a Grecia la uva y los secretos de la fabricación del vino.

Conocedor de las raíces muy antiguas de la veneración del lugar, el gramático y astrónomo romano Macróbio (Ambrosius Macrobius Theodosius) esclareció a sus compatriotas con las siguientes palabras (Saturnalia I, Capítulo 23): "Los asirios también adoran al Sol bajo el nombre de Júpiter. Lo llaman Zeus Helioupolites y conducen importantes ritos en la ciudad de Heliópolis...El hecho de esa divinidad ser al mismo tiempo Júpiter y el Sol se manifiesta tanto en la naturaleza de su ritual como en su apariencia externa... Para evitar que alguien, intentando argumentar, comience a citar una lista de divinidades, explicaré lo que los asirios creen sobre el poder de su dios del Sol. Ellos dieron el nombre de Adad al dios que veneran como el mayor y más alto..."

El poder que el lugar ejerció sobre las creencias y la imaginación de las personas a lo largo de milenios también se manifestó en la historia del recinto sagrado después de la veneración romana. Cuando Maclovio escribió el texto arriba citado, alrededor del siglo V, Roma ya era cristiana y el lugar fué blanco de una destrucción fanática. Así que Constantino, el Grande (306-337 d.C.) se convirtió al cristianismo, mandó parar todas las obras adicionales en el santuario y comenzó a transformarlo en un templo cristiano.

En 440, de acuerdo con un cronista: "Teodosio destruyó los templos de los griegos; transformó en una Iglesia Católica el templo de Heliópolis, aquel de Baal-Helios, el gran Sol-Baal del famoso Trilithon". El emperador Justiniano (527- 565) aparentemente llevó algunos de los pilares de granito rojo para Constantinopla, la capital bizantina, para construir allá la Iglesia de Santa Sofía. Esos esfuerzos para cristianizar el lugar sagrado encontraron repetidamente una oposición armada por parte de la población local.

Cuando los musulmanes conquistaron el área en 637, convirtieron los templos romanos e iglesias cristianas erigidos sobre la inmensa plataforma en un enclave mahometano. Donde antes Zeus y Júpiter habían sido adorados, se construyó una mezquita para Alá.

Los estudiosos modernos intentaron lanzar más luz sobre esa milenaria adoración del lugar analizando los indicios arqueológicos en sus inmediaciones. La principal de esas excavaciones de campo arqueológicas es Palmira (la bíblica Tadmor), antiguo centro de reunión de caravanas en la ruta entre Albaricoque y la Mesopotamia. Como resultado de esos estudios, eruditos como Henry Seyrig (La Triade Héliopolitaine) y René Dussaud (Temples et Cultes Héliopolitaines) concluyeron que en aquella región una tríada básica fué adorada a lo largo de los milenios, siendo su miembro principal un Dios del Rayo y los otros dos, una Doncella Guerrera y un Conductor del Carro Celestial.

Esos y otros eruditos ayudaron a establecer la conclusión ahora generalmente aceptada de que la tríada greco-romana se originó de creencias semitas anteriores que, por su parte, se basaban en el panteón sumerio. La más antigua tríada de que se tiene registro era, todo indica, lidereada por Adad, que recibió de Enlil (el principal dios de la Sumeria) "las montañas del norte". El miembro femenino de la trinidad era Ishtar. Después de visitar el área sagrada, Alexander mandó acuñar una moneda en honra de Ishtu/Astarté y Adad, donde su nombre (Alexander) aparece escrito en fenicio-hebraico.

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El tercer miembro de la tríada era el Conductor del Coche Celestial, Shamash, el "comandante de los astronautas prehistóricos". Los griegos lo honraron bajo el nombre de Helio, erigiendo una colosal estatua en lo alto del templo principal del recinto sagrado, que lo muestra conduciendo una cuadriga. Para ellos, su rapidez era demostrada por los cuatro caballos que estiraban el coche. Ya los autores del Libro de Enoc sabían mejor de las cosas, pues decían: "El coche de Shamash era impulsado por el viento".

Examinando las tradiciones y creencias griegas y romanas, acabamos volviendo a la Sumeria. Siguiendo los pasos de Gilgamesh en su búsqueda de la inmortalidad, retornamos a la Floresta de Cedros, donde quedaba la "Encrucijada de Ishtar". Recordemos que, aunque estuviera en territorio de Adad, Gilgamesh fue informado de que el lugar también quedaba bajo la jurisdicción de Shamash. Así tenemos la tríada original: Adad, Ishtar y Shamash. ¿Será que descubrimos el Lugar de Aterrizaje?

Prácticamente ningún estudioso moderno niega que los griegos conocían las aventuras épicas de Gilgamesh. En su "investigación sobre los orígenes del conocimiento humano y su transmisión a través de los mitos", intitulada Hamlet's Mill, Giorgio de Santillana y Hercha von Deschend destacaron que "Alexander fue una verdadera réplica de Gilgamesh". Sin embargo, antes aún del rey de la Macedonia, según los cuentos históricos de Homero, Odiseo (Ulises) ya había seguido pasos similares.

Habiendo naufragado después de viajar hasta la morada de Hades en el Mundo Inferior, él y sus hombres llegaron a un lugar "donde comieron el ganado del dios del Sol", y por eso Zeus mató a todos los marineros. Solo, Odiseo vagó por el mundo hasta llegar a la isla Ogígia, un lugar remoto de los tiempos antediluvianos. Allá, la diosa Calipso, "que lo mantuvo en una caverna y lo alimentaba, quiso que él se casara con ella; si Odisseo aceptara, Calipso lo haría inmortal para que nunca envejeciera". Sin embargo, Odiseo rechazó esas embestidas amorosas, tal como Gilgamesh un día hubo rechazado el amor de Ishtar.

Henry Seyrig, que en la calidad de director de antigüedades de la Siria dedicó toda su vida al estudio de la inmensa plataforma y su significado, descubrió que en ella los griegos solían realizar "ritos de misterio, donde una otra vida era representada como la inmortalidad para los humanos; la identificación con la deidad era obtenida por el ascenso del alma". Los griegos, concluyó Seyrig, de hecho asociaban el lugar con los esfuerzos humanos para alcanzar la inmortalidad.

Entonces, ¿sería ese el lugar a donde Gilgamesh se dirigió en su primer viaje con Enkidu, la Cresta de Zafon, de Baal? Para una respuesta definitiva, analicemos primero los aspectos físicos de la plataforma. Inicialmente descubrimos que los griegos y romanos construyeron sus templos sobre un área pavimentada que ya existía hace mucho tiempo, una plataforma construida con grandes bloques de piedra, tan ajustados unos a los otros que nadie, hasta hoy, fue capaz de entrar en ella para estudiar sus cámaras, túneles, cavernas y otras subestructuras ocultas.

Los estudiosos afirman que esas estructuras subterráneas existen porque otros templos griegos poseían cuevas y bodegas secretas bajo sus pisos. Además de eso, Georg Ebers y Hermann Guthe, en su obra Palestina in Bil und Wort (en inglés Picturesque Palestine), publicada hace un siglo, relataron que los árabes de la región entraban en las ruinas por el "canto sudeste, a través de un largo pasaje abovedado, como un túnel, bajo la gran plataforma."

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"Dos de esos grandes pasajes corren paralelos, de este a oeste, y son conectadas por una tercera, que corre en el sentido norte-sur, y forma ángulos rectos con ellas:" Así que los dos autores entraron en un túnel, se ven envueltos por una total oscuridad, sólo quebrada aquí y allí por luces extrañas y verdosas, que entraban por "ventanas trancadas", raras. Al emerger del túnel de 140 metros, ellos percibieron que estaban bajo la pared norte del templo del Sol, "que los árabes llaman de QUE las dé-saadi", la Casa de la Suprema Bienaventuranza.

El equipo arqueológico alemán que estudió la plataforma también relató que ella aparentemente se apoyaba sobre gigantescas bóvedas, pero se preocupó sólo con el mapeamiento y restauración de la superestructura. Una misión arqueológica francesa, liderada por André Parrot, que estuvo en el lugar en 1920, confirmó la existencia de un laberinto subterráneo, pero fue incapaz de penetrar en esas partes escondidas. Cuando se hizo una perforación de la plataforma, partiendo de su parte superior, se encontraron pruebas de estructuras construidas bajo ella.

El hecho es que los templos fueron erigidos sobre una plataforma artificial que llega a alcanzar más de 9 metros de la altura, conforme el nivel del terreno. Ella fue construida con piedras que miden, a juzgar por las caras en las beiradas, de 1 a 9 metros de largo, ancho de en general 1 metro y espesor de 1,83 metros.

Nadie aún intentó calcular la cantidad de piedras extraídas, cortadas, aparejadas, transportadas y asentadas capa sobre capa en ese lugar. Ella, posiblemente, sería inmensamente mayor que la de la Gran Pirámide de Egipto. Quienquiera que haya construido esa plataforma prestó especial atención al canto rectangular al noroeste, la localización del templo de Júpiter/Zeus. Allá, los más de 15,250 metros cuadrados del templo se apoyaban sobre un podio elevado que ciertamente fue erigido con la intención de servir de soporte para enormes piedras, él se eleva 3 metros por encima del nivel del patio su frente y 13 metros por encima del suelo en sus lados expuestos, al norte y noroeste.

En el lado sur, donde aún se mantienen en pie seis de las columnas del templo, pueden verse con claridad las capas de piedra. Entremezcladas con piedras de buen tamaño, pero aun así relativamente pequeñas, hay capas alternadas de bloques midiendo hasta 6,50 metros de largo. Debajo, a la izquierda, se ven las capas inferiores del podio, proyectándose como una azotea bajo el templo. Allí los bloques son gigantescos.

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Mayores aún son las piedras en el lado oeste del podio. Como es mostrado en el dibujo esquemático del canto noroeste, hecho por el equipo alemán, la base saliente y capas superiores fueron construidas con bloques" ciclópicos", algunos de los cuales miden cerca de 10 metros de largo, 4 metros de ancho y 3,5 metros de espesor. Cada uno de ellos representa, así, cerca de 140 metros cúbicos de piedra y pesa más de 500 toneladas.

A pesar de que esas piedras sean inmensas (las mayores de la Gran Pirámide no pasan de 200 toneladas) ellas aún no fueron las máximas en tamaño empleadas por el constructor de la antigüedad. La capa céntrica del podio, situada a cerca de 6 metros de su base, fue increíblemente hecha con piedras mayores que todas las otras. Investigadores modernos se han referido a ellas como"inmensas", "gigantescas", "colosales". Los historiadores antiguos tenían un nombre para designarlas: Trilithon, la Maravilla de las Tres Piedras, pues allá, expuestas a la vista en el lado oeste del podio, yacen codo con codo tres bloques de piedra sin par en el mundo.

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Precisamente tallados y con ajuste perfecto, cada uno de ellos mide cerca de 20 metros de largo y tienen un ancho de entre 4 y 5 metros, lo que representa 280 metros cúbicos de piedra ¡y un peso de más de 1 mil toneladas! Las piedras para la construcción del podio fueron extraídas cerca del lugar.

Wood y Dawkins incluyen una de esas canteras en un dibujo panorámico del área , mostrando algunos enormes bloques esparcidos cerca. Sin embargo, las tres piedras gigantescas fueron extraídas, cortadas y aparejadas en otra cantera, situada en el valle que está a cerca de mil kilómetros a suroeste del recinto sagrado. Y es allá que se nos presenta una visión aún más increíble que a del Trilithon.

Parcialmente enterrada en el suelo está otra de esas piedras colosales, abandonada in situ por los canteros de la antigüedad. Cortada con perfección, con sólo una fina línea en su base conectándola al suelo pedregoso, ella tiene el impresionante largo de 21 metros, y lados de 5 y 4 metros. Una persona subiendo en ella parece una mosca en un iceberg... Esa piedra pesa, según estimaciones conservadoras, ¡más de 1,200 toneladas!

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La mayoría de los estudiosos cree que ella estaba allí para ser transportada, como sus tres hermanas, hasta el recinto sagrado para ser utilizada en la ampliación de parte de la azotea del podio, en su lado norte. Ebers y Guthe dejaron registrada en su obra la teoría de que en la hilera bajo el Trilithon no hay dos bloques menores, sino una única piedra igual a la encontrada en la cantera distante, midiendo más de 20 metros de largo, pero dañada o tallada para dar la impresión de dos bloques menores asentados lado a lado.

Sea donde sea que se pretendía colocar esa piedra colosal, ella sirve como una testigo muda de la grandiosa singularidad de la plataforma y del podio que están en las montañas de Líbano. El hecho más intrigante es que aún en los días de hoy no existe guindaste, vehículo o mecanismo capaz de levantar un peso de mil a 2 mil toneladas y mucho menos de transportar un objeto tan inmenso por sobre valles y rinconadas de montañas, y colocarlo en una posición exacta y predeterminada, a muchos metros por encima del suelo.

En la región no existen vestigios de carreteras, rampas u otras obras de tierra que podrían, aunque fuera remotamente, sugerir que esos megalitos fueron arrastrados o empujados hasta el lugar de la obra, en lo alto del monte. Sin embargo, en épocas remotas, alguien, de algún modo, realizó ese hecho... Pero, ¿quién?

Las tradiciones del lugar afirman que el recinto sagrado existe desde el tiempo de Adán y sus hijos, pues el primer hombre fue a residir en la región después de su expulsión del Jardín del Edén. Él vivía, según las leyendas, en el área donde actualmente queda Albaricoque y falleció no muy lejos de allí. Fue Caín, su hijo, quien construyó un refugio en la Cresta de los Cedros después de haber matado a Abel.

El patriarca maronita de Líbano relató la siguiente tradición: “La fortaleza del monte Líbano es la construcción más antigua del mundo. Caín, el hijo de Adán, la erigió el año 133 de la Creación, durante un ataque de locura. Él dio al lugar el nombre de su hijo, Enos, y lo pobló con gigantes que fueron castigados por su iniquidad a través del diluvio”. Después de la gran inundación, el lugar fue reconstruido por el Nemrod bíblico, en un esfuerzo por subir a los cielos. La torre de Babel, según esas leyendas, no quedaba en la Babilonia, sino sobre la gran plataforma de Líbano.

D' Arvieux, un viajante del siglo XVII, escribió en sus Memorias (Parte II, Capítulo 26) que tanto los habitantes judíos como los musulmanes de la región afirmaban que un antiguo manuscrito encontrado en el lugar revelaba que, “después del Diluvio, cuando Nemrod reinaba sobre Líbano, él envió gigantes para reconstruir la fortaleza de Baalbek que tiene ese nombre en honra de Baal, el dios de los moabitas, adoradores del dios del Sol”.

La asociación del dios Baal con el lugar en épocas postdiluvianas es un hecho destacado. En realidad, ni bien los griegos y romanos dejaron la región, la población del lugar abandonó el nombre helénico, Heliópolis, y volvió a llamar al recinto sagrado por su nombre semita, por lo cual él es conocido hasta hoy: Baalbek.

Hay opiniones divergentes sobre el exacto significado del nombre. Muchos creen que es “El valle de Baal”. Pero, por la grafía y referencias encontradas en el Talmud, otros, como yo, creen que es el "El Llanto de Baal”.

Leamos los versos de cierre de la epopeya encontrada en Ugarit que describe la muerte de Baal en su combate con Mot, el descubrimiento y transporte de su cuerpo sin vida y el entierro hecho por Anat y Shepesh en una caverna en la Cresta de Zafon:

Ellas encontraron a Baal caído en el suelo;
El postrado Baal está muerto;
El príncipe, señor de la Tierra, pereció...
Anat llora todo lo que puede;
En el vale, ella bebe sus lágrimas como vino.
Bien alto, grita para la Antorcha de los Dioses, Shepesh:
“Levanta al postrado Baal, te ruego, colócalo sobre mí”.
Atendiendo a la súplica, la Antorcha de los Dioses, Shepesh,
Coge al postrado Baal,
Lo coloca en los hombros de Anat.
Para la fortaleza de Zafon él lo lleva,
Lo lamenta, lo sepulta,
Lo coloca en los agujeros de la tierra.

Las leyendas locales, que como todas las otras del mundo contienen en su centro antiguos recuerdos de eventos reales, concuerdan que Baalbek es de extrema antigüedad. Ellas atribuyen su construcción a "gigantes” y lo vinculan con los acontecimientos que tuvieron lugar antes del Diluvio. También lo conectan a Baal y afirman que su función era ser una "torre de Babel”, un lugar de donde se podría "escalar los cielos”.

Cuando miramos para esa vasta plataforma, estudiamos su localización y disposición, ponderamos el propósito del inmenso podio, a buen seguro construido para soportar pesos colosales, el dibujo grabado en la moneda encontrada en Biblos vuelve a nuestra mente: un gran templo, un área sagrada amurallada, un podio de construcción extra-fuerte y, sobre él, la Cámara Celestial con forma de cohete.

Las palabras y descripciones del Lugar Oculto de Gilgamesh resuenan en nuestros oídos. La muralla invencible, el portón que atolondraba a quien lo tocaba, el túnel hacia "el recinto donde son emitidas las palabras de comando", la "morada secreta de los Anunnaki", el monstruoso guardián con su "rayo flameante". Por todo eso, no queda ninguna duda en mi mente de que en Baalbek encontramos la Cresta de Zafon de Baal, el blanco del primer viaje de Gilgamesh.

La designación de Baalbek como "La Encrucijada de Ishtar" implica que, como la diosa paseaba por el cielo de la Tierra, ella podía ir y venir de aquel "Lugar de Aterrizaje" para otros puntos similares en diferentes regiones de la Tierra. De la misma forma, la tentativa de instalar en la Cresta de Zafon "un aparato que emite palabras”, una "piedra que susurra"', implica la existencia en otros lugares de unidades de comunicación similares. "El cielo con La Tierra ella hace conversar, los mares con los planetas.”

¿ Habría otros lugares en la Tierra que podrían servir de aeropuertos para las naves de los dioses? ¿Habría, además de la existente en la Cresta de Zafon, otras "piedras que susurran"? La primera pista, y más obvia, es el propio nombre "Heliópolis", indicando la creencia griega de que Baalbek era, de alguna forma, una "Ciudad del dios del Sol", tal como la Heliópolis de Egipto.

El Viejo Testamento también reconocía la existencia de una Beth-Shemesh (Casa/Hogar de Shamash) en el norte de una Beth-Shemesh en el sur, úon, el nombre bíblico de la Heliópolis egipcia. Esta era, como dijo el profeta Jeremías, el lugar de las "Casas de los Dioses de Egipto", la localización de los obeliscos. Beth-Shemesh del norte quedaba en Líbano, no mucho lejos de Beth-Anath (Casa/Hogar de Anat); el profeta Amós la identificó como la localización de los "palacios de Adad... la Casa de aquel que vio a EL". En la época en que reinó Salomón, sus dominios incluían gran parte de la Siria y Líbano y en la lista de los lugares donde él construyó grandes edificaciones están Baalat ("El Lugar de Baal") y Tamar ("El Lugar de Palmeras"). La mayoría de los estudiosos identifica esos locales como Baalbek y Palmira. Los historiadores griegos y romanos se refirieron exhaustivamente a los lazos que conectaban a las dos Heliópolis.

Explicando el panteón de los doce dioses egipcios a sus compatriotas, Herodoto escribió sobre un "inmortal que los egipcios veneran como Hércules", dando como lugar de origen del culto a Fenicia, "pues oí contar que en aquel país había un templo dedicado Hércules, grandemente venerado por todos". En el templo egipcio, Herodoto vio dos pilares: "Uno de puro oro y el otro de esmeralda, brillando con gran fulgor en la noche". Esos sagrados "Pilares de los Dioses" o "Piedras de los Dioses" aparecen en las monedas fenicias acuñadas después de la conquista de la región por Alexander.

La descripción de Herodoto nos suministra la información adicional de que las piedras eran interligadas, siendo una del metal que es el mejor conductor de electricidad (oro) y la otra de una piedra preciosa (esmeralda), actualmente usada en las comunicaciones a láser, la cual cuando emite un rayo de alta potencia emana una radiación verdosa. ¿No sería ese conjunto algo parecido al aparato montado por Baal, que el texto cananeo denominó de piedras del esplendor?

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Macróbio, escribiendo explícitamente sobre la vinculación entre la Heliópolis fenicia y su contraparte egipcia, también mencionó una piedra sagrada. Según él, "un objeto" de veneración del dios del Sol, Zeus Helioupolites, fue llevado de la Heliópolis egipcia para la Heliópolis del norte (Baalbek) por sacerdotes egipcios. Y añadió: "El objeto actualmente es adorado con ritos asirios y no egipcios".

Otros historiadores romanos destacaron que las "piedras sagradas" adoradas por los "asirios" y egipcios tenían una forma cónica. Quinto Curcio registró que una de ellas quedaba en el templo de Amón en el oasis de Siwa. Él escribió: "La cosa que allá ví y que es venerada como un dios no tiene el formato que los artífices suelen aplicar a los dioses. De hecho, su apariencia nos hace recordar un ombligo y él está hecho de una esmeralda y piedras preciosas cimentadas juntas".

La información sobre el objeto cónico adorado en Siwa fue citada por F. L. Griffith en conexión con el anuncio en The Journal of Egyptian Archaeology, de 1916, del descubrimiento de un "oráculo" en la "ciudad-pirámide" de Napata, en la Nubia. Ese "singular objeto meroítico" fue encontrado por George A. Reisner, de la Universidad de Harvard, en el santuario más recóndito del templo de Amón, el más al sur de Egipto dedicado a ese dios de Egipto.

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Omphalos significa ombligo y la piedra cónica que tenía ese nombre, por motivos que los estudiosos aún no comprenden, poseía en la antigüedad la fama de marcar "el centro de la Tierra".

Es preciso acordarse que el templo de Amón en el oasis de Siwa era la localización del oráculo de Amón que Alexander se apresuró a consultar tan pronto entró en Egipto. Tenemos el testimonio tanto de Calístenes, el historiador griego y cronista oficial del rey de la Macedonia, como de Quinto Curcio que un omphalos hecho de piedras preciosas era el "objeto" venerado en ese templo.

El templo nubio de Amón, donde Reisner descubrió el Omphalos de piedra, quedaba en Napata, una antigua capital en los dominios de las soberanas de la Nubia. Eso, claro, nos hace recordar la intrigante visita de Alexander a la reina Candace en su búsqueda por la inmortalidad. ¿Habrá sido por mera casualidad que, buscando los secretos de la longevidad, Cambises, el rey persa (como relató Herodoto), envió a sus hombres a la Núbia, al templo donde quedaba guardada la "Mesa del Sol"?

En el inicio del primer milenio a.C., una soberana nubia (la reina de Saba ) emprendió un largo viaje para visitar a Salomón en Jerusalén. Las leyendas que corren en Baalbek aseguran que él mandó embellecer las edificaciones en Líbano en honra de la real visitante. ¿Será que la reina de Saba hizo un viaje tan largo y peligroso sólo para oír la sabiduría de Salomón o sería su verdadero propósito consultar el oráculo de Baalbek, la bíblica "Casa de Shemesh"?

Parece haber más que coincidencias aquí. Y la pregunta que se nos ocurre es: ¿si en todos esos centros de oráculos existía un omphalos, no sería ese objeto en sí, la verdadera fuente de los oráculos?

La construcción (o reconstrucción) de un silo de lanzamiento y una plataforma de aterrizaje no fue la causa del fatal combate entre Baal y Mot. La discordia tuvo como motivo la tentativa de Baal de instalar clandestinamente una Piedra del Esplendor, un aparato que podía propiciar la comunicación con los cielos y con otros lugares de la Tierra. Además de eso, ella era:

Una piedra que susurra;
Los hombres sus mensajes no conocerán,
Las multitudes de la Tierra no las comprenderán.

Cuando ponderamos sobre la aparente función doble de la Piedra del Esplendor y el mensaje secreto de Baal para Anat, súbitamente todo se esclarece: ¡el aparato que los dioses usaban para comunicarse era el mismo del cual emanaban las respuestas oraculares para los reyes y héroes!

En un estudio completo sobre el asunto, Wilhelm H. Roscher (Omphalos) mostró que el término indo-europeo para esas piedras de oráculo (navel en inglés, nabel en alemán) se origina del sánscrito nabh, que significa "emanar con fuerza". No es coincidencia que en las lenguas semitas naboh significa "predecir" y nabih significa "profeta". A buen seguro, todos esos significados idénticos tienen raíz en el sumerio, donde Enla.BA(R) significaba "piedra clara y brillante que esclarece".

A medida que estudiamos los textos antiguos, emerge una verdadera red de lugares con oráculos. Herodoto, que acertadamente relató la existencia del oráculo meroítico de Júpiter-Amón (Libro 11,29), contribuyó para aumentar los vínculos que analizamos al afirmar que los "fenicios", que implantaron el oráculo de Siwa, también fundaron el más antiguo centro de oráculo de Grecia, él quedaba en Dodona, un lugar en las montañas a noroeste del país (cerca de la actual frontera con Albania).

Herodoto escribió que, cuando se encontraba en Egipto, oyó contar que "una vez, dos mujeres sagradas fueron raptadas de Tebas (en Egipto) por fenicios... una de ellas fue vendida para Libia (Egipto occidental) y otra para Grecia. Fueron ellas las fundadoras de los oráculos de esos países". Según Herodoto, esa historia le había sido contada por los sacerdotes egipcios de Tebas. En Dodona, sin embargo, se afirmaba que "dos palomas negras salieron volando de la Tebas egipcia", una se posó en Siwa y la otra en Grecia. Sea como que sea, en ambos lugares se estableció un oráculo, el de Zeus para los griegos y el de Amón para los egipcios.

El historiador romano Sílio Itálico (siglo I), al contar que Aníbal había consultado el oráculo egipcio acerca de sus guerras contra Roma, también atribuyó al vuelo de las dos palomas salidas de Tebas la fundación de los oráculos en el desierto libio (Siwa) y en la Caônia griega (Dodona). Varios siglos después, el poeta griego Noveno, en su obra-prima Los Dionisíacos, describió los dos santuarios como siendo locales gemelos y afirmó que ellos se comunicaban entre sí oralmente. ¡He ahí la recién encontrada voz de respuesta del Zeus libio!

F. L. Griffith, al deparar en el Omphalos de Nubia, se acordó de otro centro de oráculos de Grecia. La forma cónica del Omphalos de la Nubia, escribió, "era exactamente la del oráculo de Delfos".

La ciudad de Delfos, sede del más famoso oráculo de Grecia, era dedicada a Apolo ("El de la Piedra") y sus ruinas son hasta hoy una de las principales atracciones turísticas del país. Allá, como en Baalbek, el recinto sagrado quedaba en una plataforma amoldada en una rinconada de montaña, también dando para un valle que se abre como un embudo en la dirección del Mediterráneo.

Tomando como punto de partida muchos registros históricos, no hay duda de que la piedra del Omphalos de Delfos era el objeto más sagrado del lugar. Ella quedaba montada en una base especial en el interior del templo de Apolo, según algunos estudiosos al lado de una estatua de oro del dios, y, de acuerdo con otros, sola en un santuario sólo suyo.

En una cámara subterránea, escondidos de las miradas de los consultantes, las sacerdotisas, en trance, respondían a las preguntas de reyes y héroes con palabras enigmáticas, respuestas dadas por el dios pero emanando del Omphalos.

El Omphalos sagrado original desapareció misteriosamente, tal vez en el transcurso de las muchas guerras religiosas e invasiones extranjeras que alcanzaron la región. Sin embargo, una réplica en piedra del objeto, tal vez hecha en la época de los romanos y colocada en el exterior del templo, fue descubierta en excavaciones arqueológicas y actualmente se encuentra en exhibición en el museo de Delfos.

Zecharia Sitchin Anunnaki Nibiru Libro Escalera Cielo Capitulo 9

En el Camino Sagrado que lleva al templo de Apolo, alguien en época desconocida erigió un Omphalos de piedra, más simple, en un esfuerzo para marcar el lugar donde había funcionado el primitivo oráculo de Delfos, antes de la construcción del santuario. Las monedas de Delfos mostraban Apolo sentado en ese Omphalos y, después que los griegos conquistaron la Fenicia, pasaron también a retratar el dios sentado en un Omphalos "asirio". Sin embargo, era bastante frecuente que las piedras del oráculo sean mostradas como conos gemelos, conectados por una base común.

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¿Por qué Delfos fue escogido como un lugar sagrado de oráculo y como la piedra Omphalos fue parar allá? Las tradiciones dicen que, cuando Zeus quiso encontrar el centro de la Tierra, soltó águilas en dos extremos opuestos del mundo. Volando unas en la dirección de las otras, ellas se encontraron en Delfos y el local fue marcado con la colocación de una piedra-ombligo, un Omphalos. Según el historiador griego Estrabo, era por eso que había estatuas de dos de esas águilas posadas en el Omphalos de Delfos.

Muchas representaciones del Omphalos fueron encontradas en el arte griego mostrando los dos pájaros en lo alto o al lado del objeto cónico. Algunos estudiosos dicen que ellos no son águilas, sino palomos-correos que, al ser aves capaces de retornar a un lugar determinado, podrían simbolizar la medición de las distancias de un centro de la Tierra hacia otro.

Según las leyendas griegas, Zeus encontró refugio en Delfos durante sus batallas aéreas con Tifon, cuando se posó en el área parecida a una plataforma, donde fue construido el templo de Apolo. El santuario de Amón y Siwa contenía no sólo pasillos subterráneos, túneles misteriosos y pasajes secretos bajo los muros espesos del edificio, sino también un área restricta con cerca de 55 por 51 metros, cercada por una enorme muralla.

Encontramos los mismos componentes estructurales, inclusive una plataforma elevada, en todos los llugares asociados con las"piedras que susurran." Debemos concluir entonces que, como Baalbek, ¿ellos eran tanto un Local de Aterrizaje como un Centro de Comunicaciones? Ya no nos sorprende encontrar las Piedras Sagradas gemelas, acompañadas por las dos águilas, en los textos sagrados egipcios.

Finalmente, muchos siglos antes de que los griegos comiencen a transformar sus centros de oráculos en grandes santuarios ya existía una pintura mostrando un Omphalos con dos pájaros posados en la tumba de un faraón egipcio. Él era Séti I, que vivió el siglo XIV a.C., y fue en la descripción de los dominios de Seker, el Dios Oculto, descubierto en su túmulo, que vimos el Omphalos más antiguo de que si noticia. Él era el medio de comunicación a través del cual mensajes ("palabras") "eran dichas a Seker todos los días".

En Baalbek encontramos el destino del primer viaje de Gilgamesh, el Local de Aterrizaje. Después, siguiendo los hilos que conectan las "susurrantes" Piedras del Esplendor, llegamos al Duat. El Duat era el lugar donde los faraones intentaban escalar la Escalera al Cielo para alcanzar una Otra Vida. Y él era, sugiero, el lugar a donde Gilgamesh, en búsqueda de la inmortalidad, dirigió sus pasos en su segundo viaje.

 

- "El presente surge del pasado, el pasado es el futuro".
Zecharia Sitchin

- "Tanto la Biblia Hebrea como el Nuevo Testamento afirman que los secretos del futuro están arraigados en el pasado, que el destino de la Tierra está conectado en los cielos".
Zecharia Sitchin

 


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